En
Junio del 2010, salvo que algo se cruce en el normal devenir
de los acontecimientos, se deberían celebrar elecciones
a Junta de Gobierno del COPC.
Desde que sigo el día a día de nuestro Colegio
Profesional he aprendido mucho. Admito que mucho más
de lo que, como colegiado que miraba para otro lado, sabía.
Por eso quiero compartir la siguiente reflexión.
Estamos en el siglo XXI. Ojo, que eso suena muy serio. Todas
las personas colegiadas hemos vivido el cambio de siglo (a veces
no nos percatamos de ello).
Vivimos un mundo global en el que la tecnología permite
maravillas jamás soñadas hace quince años.
Afortunadamente, muchas de las personas colegiadas han crecido
con este nuevo mundo.
Desgraciadamente, la inmensa mayoría de los dirigentes
del COPC, no quieren aceptar esa nueva realidad.
Pese a intentarlo, por escrito, en Juntas Generales, con propuestas
de modificación de Estatutos.., se resisten a aceptar
que no estamos en mil novecientos ochenta y que, las cosas,
no necesariamente han de seguir haciéndose… “como
siempre”.
Se
resisten al voto electrónico. Se niegan al voto delegado.
Miran al infinito cuando les hablas de Juntas retransmitidas
vía Internet. Vamos.., que todo está bien cómo
está.
Pues no. No está bien.
Contamos con los medios. Sólo falta la voluntad.
Y ahora, a menos de un año de las próximas elecciones,
me pregunto… ¿volverá nuestro Colegio Profesional
a realizar una elecciones cutres con folletos en papel (pobre
Amazonas) y promesas vacías imposibles de cuestionar
y contrastar?.
¿Volverá, porque siempre se ha hecho así,
a convocar unas elecciones en las que sólo las cuatrocientas
personas colegiadas que se benefician del sistema determinen
a la candidatura ganadora?.
¿Se seguirá ignorando a la gran masa de personas
colegiadas anónimas que sostienen el sistema con sus
cuotas sin beneficiarse claramente de ello?.
Leí hace poco una frase que, más o menos, decía:
“el mal uso del poder es el principio mismo de la tiranía”.
Y en eso estamos. Si no hay manera, desde fuera del poder, de
cambiar las cosas… ¿no estaremos ante una tiranía
que aceptamos por exigencias legales?.
He
pensado muchas veces en ese abismo que hay entre la “gente”
que forma parte del Colegio y los que pagamos y estamos “fuera”.
¿Por qué me sigo sintiendo un extraño en
mi propio Colegio pese a ser (sí, lo soy desde hace unos
meses) Vicepresidente del Consejo Social del Colegio de Psicólogos
de Cataluña?.
¿Cómo hemos caído en ese error clasista?.
¿Cómo hemos permitido que las personas que deberían
de servirnos, de atendernos, de mimarnos, nos hagan sentir colegiados
y colegiadas de segunda división?.
¿Cómo es posible que se siga funcionando con este
esquema en que es casi imposible exigir nuestros derechos y
mucho menos responsabilidades?.
Y lo grave, lo patéticamente grave… es que…
algunos justifican que… es así… porque ha
sido así… siempre.
Tómate unos segundos para sentirlo…
…… ¿ya? ……
Pues
no. Ahora no es siempre. Y por supuesto, ahora no es ayer. Ni
ahora es mil novecientos ochenta.
Ahora es el siglo XXI. Con una revolución tecnológica
que permite acceder a la información de una manera jamás
pensada y en tal cantidad que llega a abrumar. Un cambio que
exige transparencia.
INFORMACIÓN.
Eso que tan difícil resulta obtener de nuestro Colegio
Profesional.
Ante las futuras elecciones seguiré luchando por que
se implante el voto electrónico, que se celebren debates
electorales retransmitidos vía Internet para que cualquier
persona colegiada tenga INFORMACIÓN de primera mano sin
moverse de su casa.
En esa línea ya he presentado un escrito para que se
incluya en el orden del día de la próxima Junta
General (la que normalmente se celebra en Diciembre) la votación
sobre la inclusión en el Reglamento Electoral del COPC
del voto electrónico de cara a las próximas elecciones.
Es decir, que nos permitan decidir a las personas colegiadas
reunidas en Asamblea.
Si el colegiado no puede/quiere ir al Colegio… el Colegio
ha de ir a casa del colegiado.
Y, hoy, eso… está “chupao”.
Sólo hace falta una cosa: voluntad… para hacer.
Voluntad
(voluntas-atis, de volo-velle, querer). Potencia del alma que
mueve a hacer o no una cosa.