Mi
primera vez.
Fue
algo traumático. Incluso me juré que no volvería
a repetir la experiencia. Pero, como suele ocurrir con esos
juramentos íntimos, lo incumplí.
Estoy
hablando de mi primera Junta de Colegiados/as.
Aún
no sé bien por qué ocurrió. Qué
hizo que, cuando me llegó esa carta con la convocatoria,
hace ya más de dos años, la mirara y la tratara
de otra manera. Y me pregunté: "¿por qué
no vas esta vez?, hace años que pagas y nunca has pisado
el Colegio salvo para colegiarte… anímate, ves
a ver qué pasa allí".
Y
me animé. Organicé mi agenda y preparé
el viaje.
Iba
solo. Yo suelo ir solo a los sitios. Me gusta esa libertad.
No obstante, mientras recorría la autopista camino de
Barcelona me entró la duda. "¿A qué
vas, Joaquín?, no conoces a nadie, ni siquiera sabes
qué se hace allí…" Supongo que haberlo
programado y tener la tarde libre me animó a seguir el
camino.
Cuando
buscaba un sitio para aparcar, la sensación de que era
absurdo que estuviera allí iba en aumento. Pero…
ya que estaba allí, pues iba a ver qué era eso
de una Junta.
Subí
por las escaleras y entré en nuestro colegio profesional.
Me dirigí a una chica que había tras una mesa
y pregunté por eso de la Junta. Fueron las únicas
palabras que pronuncié en tres horas.
Me
sentía como un pegote de grasa en una charca. La gente
se saludaba, hablaba en pequeños grupos, se sonreían…
vamos que eran una familia y el extraño era yo.
Durante
toda la Junta permanecí impasible, siguiendo el desarrollo
de aquella dinámica que parecía una reunión
de amigos. Hubo que votar algo y yo no voté a favor ni
en contra… pero no preguntaron si alguien se abstenía.
Todos votaron a favor.
Hasta
el momento de la votación me había sentido excluido
en mi propio colegio, pero el que no les importara que yo no
hubiera votado me produjo una profunda tristeza y una pizca
de indignación.
Tras
la Junta, en un cuarto anexo, había un espléndido
pica-pica. Cava brut reserva, un tinto con nombre, y una cantidad
considerable de canapés y chorradas.., que, por cierto,
se estaban pagando también con mi dinero.
Comí
algo, me tomé un sorbo de vino y, también en silencio,
me marché por dónde había venido.
Me
juré no volver… pero soy persona razonable y cambié
de opinión. Volví para intentar cambiar algo y
que nadie más se pudiera sentir como yo me había
sentido en mi propio colegio profesional.
Si
has pensando asistir a la próxima Junta, que no te frene
el temor a sentirte ese pegote de grasa en una bañera.
No estás solo/a. Yo soy el que se sienta junto a la columna
y estaré encantado de saludarte.
Joaquín
Morata