Como
decía un compañero –Paco Gil Anglada–,
“se ha acabado Gran Hermano pero el espectáculo
debe continuar”. La Caja sería,
pues, el enésimo reality, el enésimo programa
que practica el estriptís psicológico en la pequeña
pantalla. No es algo nuevo. Ha habido, hay y desgraciadamente
habrá otros muchos programas que fomentan el exhibicionismo
por una parte y el voyeurismo/morbo por la otra, esto es, alguna
de las “bajas pasiones” que anidan en todos nosotros.
Tampoco creo que sea el primer programa de este orden en que
colaboran psicólogos. Pero creo que con La Caja
(Telecinco, martes 0.30 madrugada) se ha dado un paso más:
no se trata ya de exhibir los propios problemas y las propias
miserias, sino de pretender darle a este show un carácter
supuestamente terapéutico o “sanador”, “terapia
psicológica individualizada” en sus propias palabras,
de estimular los efectos curativos del exhibicionismo.
Por otro lado, el programa pretende tener un tono riguroso y
profesional al enfatizar en su propaganda que está supervisado
por un equipo de psicólogos “inscritos en el Colegio
Oficial de Psicólogos de Cataluña”, intentando,
naturalmente, sugerir que el COPC avala esta intervención.
Todos los psicólogos sabemos que es obligatorio ser miembro
del Colegio Profesional para ejercer profesionalmente, pero
esta pertenencia no garantiza en sí misma absolutamente
nada más que la posesión del título. Y
a las pruebas me remito. ¿Cómo puede un psicólogo
participar en algo tan contrario a la ética profesional?
¿Desde cuándo la impudicia y el exhibicionismo
han solucionado los conflictos psicológicos de alguien?
¿Cuáles son los riesgos a que se expone(n) (a)
los “pacientes” al proclamar sus dificultades a
los cuatro vientos?
¿Qué consecuencias –seguramente incontrolables–
provocará este espectáculo en aquellos que lo
contemplen? ¿Qué mímesis inducirá?
¿Qué efectos nocivos producirá esa “divulgación”
salvaje de un supuesto tratamiento? ¿Fomentará
la magia, la autocuración? ¿Pretende ser una escuela
de “aprendices de brujo”?
Al inicio del programa aparecen unas “advertencias”
escritas que intentan, de alguna manera, adelantarse a estas
objeciones (las citas que siguen no son literales): “[Estas
intervenciones] no sustituyen el trabajo continuado con un psicólogo...”
Y también: “No intenten poner en práctica
estas intervenciones por su cuenta”. Pero estas advertencias
suenan más a coartada que a otra cosa.
En fin, creo que es urgente que el COPC aclare lo que –torpemente–
intenta sugerir la propaganda del programa: que avala la intervención
de estos psicólogos en él. Sabemos que no siempre
la actuación de los psicólogos se ajusta a la
ética profesional pero, como mínimo, que no se
utilice como coartada al Colegio Profesional, que cada uno se
haga responsable de sus propios actos y cargue con las consecuencias.
Paloma Azpilicueta
Psicóloga clínica-Psicoterapeuta
Barcelona, 28 enero 2009