Con
la ausencia del Decano por motivos de salud y la asistencia,
por primera vez, de algunas personas colegiadas a las que agradezco
profundamente su esfuerzo por participar, se celebró
el obligado acontecimiento.
La
plaza presentaba media entrada, siendo los tendidos de sombra
los más concurridos. Habituales de la fiesta ocupaban
las localidades próximas a la barrera, departiendo con
los ganaderos y personal de las cuadrillas.
No
había gran expectación pues la ganadería
anunciada no despuntaba por su bravura ni por su calidad y los
diestros no eran primeras figuras del escalafón.
Se
realizó el paseillo, sin nada que destacar y el público
aprobó el Acto sin prestar demasiada atención.
Comenzó
el festejo con un toro inválido que fue retirado por
orden de la autoridad.
El
siguiente astado provocó un murmullo en su salida de
chiqueros por su peso, 2.8 kilos. Pero perdió fuerza
en cuanto recibió dos capotazos. Las expectativas de
faena se redujeron por falta de voluntad de la cuadrilla encargada
de su lidia. Pases por bajo, torpes verónicas…
Un cúmulo de tópicos sin ningún interés.
Costó
de matar y se organizó un revuelo cuando pareció
que el diestro había sido empitonado.., falsa alarma.
Un ligero desgarro en la taleguilla sin interesar ningún
músculo ni órgano vital.
Se
esperaba el tercio de banderillas del último toro. Pero
el bicho no entró al trapo y una vez tras otra, las banderillas
acabaron por tierra. Se apreció voluntad en los banderilleros
pero sin éxito. El morlaco no permitía ni un pase
y se defendía como manso retirándose a tablas
y negándose a presentar batalla.
La
fiesta acabó sin pena ni gloria. Puritito trámite.